Nota: En Enero del 2012 vuelvo a publicar por tercera vez este largo artículo que preparé a raíz del encuentro con Raimon P anikkar en su casa de Tavertet en Noviembre del 2000.
Vuelvo a leer la conversación, y todavía hoy sus palabras me causan emoción. Lo hacen porque me inspiran, me inspiran de energía vital para seguir adelante en mi camino. Nuevamente quiero volver a rescatar este documento para que más personas puedan disfrutar de su legado.
Este artículo está dividido en tres partes:
- La (1) es una introducción y narración de nuestra llegada a su casa
- (2) la conversación que mantuvimos con él
- (3) mis palabras tras su partida de esta realidad en Agosto del 2010.
Introducción
Raimon Panikkar es una autoridad internacional en espiritualidad, historia de las religiones y diálogo intercultural, cuya obra, traducida a varios idiomas aparece en las bibliografías de las más importantes universidades del mundo. Nacido en Barcelona en 1918 (ahora 83 años), hijo de un industrial indio radicado en Cataluña y de madre catalana amante de las artes. El padre fue a Inglaterra a estudiar ingeniería química, y en 1916 fue a trabajar a Barcelona donde se casó y se quedó. Panikkar es un título nobiliario del sur de India, designa la casta malabar más alta, en Kerala. Salvador Pániker (en castellano) es su hermano, otro de los grandes pensadores españoles, Filósofo, Industrial, editor y escritor.
Raimon Panikkar es Doctor en Filosofía (Madrid), en Química (Madrid) y en Teología (Roma). Ha enseñado en las principales universidades de América, Europa y la India. Universidades de Madrid, Montreal, Varanasi, Bangalore, California (Santa Barbara) y otras. En 1954 dejó Europa para ir a la India, donde fue investigador en las universidades de Mysore y Varanasi. En América Latina dictó cursos de filosofía, cultura y religiones de la India por invitación especial del gobierno Indio. Entre 1960 y 1963 vivió en Roma siendo nombrado “Libero Docente” de Filosofía de la Religión en la Universidad de Roma. En 1966 fue nombrado profesor de la Universidad de Harvard y durante las dos décadas siguientes dividió su tiempo entre la India y Estados Unidos.
Amigo de Habermas, de Hans Küng y de algunos de los más importantes filósofos actuales con los que coincide a menudo en simposios internacionales. Raimon Panikkar es un pensador experto en conciliar posiciones aparentemente inconciliables. Su estudio se basa en la cultura India, en la historia y en la filosofía de las religiones. Se ordenó sacerdote en 1946 y fue uno de los miembros relevantes del Opus Dei, institución que posteriormente abandonó. Hoy se considera, además de católico, hinduista y budista.
Es autor de más de 40 libros en diversos idiomas y de unos mil artículos que abarcan desde Filosofía de la Ciencia a Metafísica, Religiones Comparadas e Indología. Es presidente de la organización no gubernamental INODEP (París), del Center for Crosscultural Religious Studies (California), fundador y presidente de Vivarium, una fundación dedicada a promover el diálogo intercultural, de Centre d’Estudis Interculturals de Cataluña, de la Sociedad Española de las Religiones (Madrid), y es miembro del Institut Internacional de Philosophie (París) y del Tribunal Permanente de Pueblos (Roma), entre otras organizaciones. Participa en el consejo de numerosas publicaciones académicas, de algunas de las cuales fue fundador. Ha sido profesor invitado de más de 100 universidades y ha dictado conferencias en los cinco continentes, entre ellas las Gifford Lectures 1989.
En 1972 fue nombrado catedrático de Filosofía Comparada de la Religión en la Universidad de California de la que es emérito desde 1987. Actualmente reside (desde 1982) en una zona rural de Pre-pirineo catalán, desde donde continua desarrollando su obra.
Entre sus publicaciones cabe destacar: Invisible Harmony (1955); Il “daimon” delle politica (1955); The Vedic Experience (1977); The Intra-religious Dialogue (1978) y Myth, Faith an the Hermeneutics (1979); Der Wahrheit eine Wohnung bereiten (1991).
En castellano ha publicado entre otras: La trinidad y la experiencia religiosa (1989); El Cristo desconocido del hinduismo (1994), Ecosofía (1994), Paz y desarme cultural 1993; El silencio de Buddha. Una introducción al ateísmo religioso (1996), La experiencia trantropocósmica. Filosofía y Mística. Invitación a la Sabiduría. La plenitud del hombre. Elogío a la sencillez (1993). La experiencia religiosa de la India (1997). Iconos del misterio.
Opinión personal sobres sí mismo. (1)
No puedo escribir sobre mí mismo. En primer lugar, por que no soy capaz. Ni siquiera tengo una lengua propia. En segundo lugar, soy demasiado consciente de que, si lo intentara, el yo acerca del cual escribiría no sería el yo que soy, puesto que soy un sujeto y no un objeto. En tercer lugar, escribir sobre aspiraciones y decisiones es como hacer proyectos. Puede ser interesante para los amigos o para las personas con las que tengo una relación personal, pero su interés se limita a este ámbito.
Y sin embargo escribo. No sobre mí mismo, sino que me escribo a mí mismo. Todo aquello que escribo es, al menos, una parte de mi yo. Todo lo que escribo es autobiográfico. Sólo pongo por escrito pensamientos que yo mismo he pensado como palabras. Yo mismo soy aquello de que escribo y escribo como alguien que habla.
Soy especialmente sensible a dejar que la palabra hable, a permitir que el lenguaje se desarrolle a sí mismo. El yo que también reside en el lenguaje (y que es diferente del ego), habla y se revela a sí mismo en la medida en que dice lo que ha de decir. Por eso el yo no se expresa completamente, y el proceso de devenir lenguaje no se produce automáticamente. El yo tiene necesidad de mí como de un mediador necesario. Soy un elemento activo de esta revelación; gran parte depende de mi transparencia, además de mi atención y otros factores.
Recuerdo un ideal: cada párrafo que escribo, cada frase, debería reflejar, en la medida de lo posible, toda mi vida y ser expresión de mi ser. Se debería reconocer mi vida entera en una sola frase, del mismo modo que puede reconstruirse el esqueleto completo de un animal prehistórico a partir de un solo hueso.
Un poco de historia (1)
Aunque nunca he participado en una guerra ni he hecho ningún servicio militar o paramilitar, mi vida está marcada por las guerras. Mi nacimiento coincide con el fin de la Primera Guerra Mundial. Más tarde, en 1936, la Guerra Civil española interrumpió mi vida, no sólo externamente, sino también interiormente. Muchos de mis compañeros de escuela estaban en uno u otro frente; algunos perdieron allí la vida. Tres años en la Alemania nazi, hasta dos meses antes de que estallara la guerra en septriembre de 1939, me hicieron ver la brutalidad de tales regímenes militares. Al volver de nuevo a España, sufrí al saber que muchos compañeros de estudios estaban dispersos en diversos frentes y que ciudades enteras, que conocía, habían sido bombardeadas. La dictadura fue otra experiencia.
Los más de diez años de mi vida a orillas del Ganges, durante los cuales viví la condición humana en su forma más desnuda, influyeron profundamente en mi vida. Descubrí que la humanidad es plural, que el etnocentrismo occidental es sólo una perspectiva, casi minoritaria. Vi cómo puede vivirse la vida en plenitud cuando hay fe, aun con muy pocas comodidades.
Durante más de un cuarto de siglo, mi estancia en el mundo indio me confirmó aquello que desde mi infancia había sido un vago sentimiento: la identidad humana es transcultural y no puede tener, por tanto, un solo punto de referencia.
La actividad académica en Estados Unidos me enseño, una vez más, lo diferente que es el Nuevo Mundo de la vieja Europa y lo incomesurable de Oriente cuando quiere ser medido con patrones occidentales, o viceversa. Otro cuarto de siglo lo repartí entre una de las ciudades más ricas del Estado más rico de la nación más poderoso y su contrario (a doce horas de viaje), una de las ciudades más caóticas en uno de los Estados más “subdesarrollados” de uno de los países más pobres del mundo: entre Santa Bárbara, en California, en los Estados Unidos, y Varanasi, en Uttar Pradesh, en la India. Mi vida interior era, literalmente, el único punto de unión entre dos esferas de mi vida.
Sin estas experiencias u otras comparables es prácticamente imposible superar la creencia moderna de que el desarrollo humano ha seguido una sola línea y culminen las conquistas universales del homo technocraticus.
No me he sentido entre Oriente y Occidente, sino en el medio, en sus versiones hindú/buddhista y cristiana/secular, que han pasado a formar parte de mi universo personal. Respecto a las anécdotas y a las llamadas experiencias religiosas de mi vida, prefiero mantener silencio.
Visita a Tavertet
Cinco aventureros, entre los cuales me encuentro, nos dirigimos hacia Tavertet, un pueblo montañero, sin saber bien bien cómo llegar, para visitar a Raimon Panikkar en su casa. Todavía no sé cómo me atreví a escribirle una carta pidiéndole una entrevista, con la única excusa de que mi abuela (materna) le conoció hace unos 60 años en San Andréu de Llavaneras.
La idea de irle a visitar me rondaba por la cabeza desde el primer momento en que me enteré (antes de Semana Santa de este año 2000), de que había recibido a grupos de estudiantes en su casa. Me costó lo suyo encontrar a personas que quisiesen ir a visitarle dado su alto prestigio; por eso fue en julio del mismo año cuando le mandé la carta directamente a su casa pidiéndole la entrevista. Aún entonces, quienes me afirmaron la voluntad de ir, no a todos los vi muy seguros y me expuse a tener que ir sólo, pero el riesgo merecía la pena.
Así fue, que, cuando llegó el momento, no fui con ninguna de las personas con quienes inicialmente había acordado. Las razones… diversas. Esto me hace pensar que no es fácil programar y controlar todo lo que sucede a nuestro alrededor, por ello es preciso hacerse amigo del cambio.
Haciendo un inciso, el I Ching (#) es uno de los libros más antiguos de la cultura china; tiene alrededor de 3000 años. También llamado libro de las mutaciones o de los cambios. Ya en aquella época el cambio era un fenómeno observado que despertaba el interés a aquellas gentes. El fin del I Ching era y es predecir el futuro a través de los astros y sus posiciones gracias a las matemáticas; es un oráculo. Digo es, porque aún hoy se sigue utilizando.
¿Por qué hago este inciso?. Pienso que el cambio es un fenómeno de gran importancia, y meditar sobre él me parece importante debido a que nos aporta beneficios en tanto que nos hace ver nuestro entorno, a nosotros mismos y a lo que nos sucede durante nuestra existencia, de forma diferente a como la percibimos sin ser conscientes de él; quizás nos da un toque de realismo con la consecuente sensación de serenidad. El cambio está por ejemplo, relacionado con la impermanencia del Budismo, con la rueda de la existencia.
Creo que estas oportunidades sólo pasan una vez y por lo tanto, no es conveniente pensárselo dos veces ya que después de pensarlo por segunda vez, el tren ya ha pasado.
Una pronta salida matinal del sábado 25 de noviembre de 2000, sobre las 11 de la mañana, fue el inicio de uno de los días que posiblemente recordemos con mayor precisión.
Un día fresco, pero soleado, nos acompañó a lo largo de todo el viaje hacia Tavertet. El día en sí fue la preparación para entrevistarnos a las 7 de la tarde, con uno de los sabios espirituales más importantes de nuestra época, Raimon Panikkar. Un café en una posada modernista llamada “Hostal Bofill” en Viladrau, nos permitió conocer nuestra diversidad y procedencia, así como iniciar una conversación tendente a tratar infructuosamente, de equilibrar temas socio-políticos y espirituales. Una visita a las montañas del Montseny y el contacto directo con la madre naturaleza preparó nuestras mentes para uno de los acontecimientos más interesantes de nuestras vidas.
Llegamos a la ciudad de Vic hambrientos por la hora (las 15h) y por la excursión montañera, a esa hora nos costó encontrar un restaurante, hasta conformarnos con cualquier alimento que nos revitalizara. Después de la comida, a Yolanda y Carmen se les ocurrió comprar un pequeño detalle a Raimon que consistió en una cesta de mimbre repleta de dulces de manufactura artesanal. Simultáneamente, nos preguntamos cómo íbamos a llegar a Tavertet, cuando frente a nosotros un rótulo de la Oficina de Turismo llamó nuestra atención y alivió tal preocupación. Allí nos proveímos de mapas para proseguir la aventura.
Tavertet, un pueblo perdido en las montañas de “…”, asentado en un precipicio desde el cual se divisa la presa del pantano “SAU”. Como anécdota del citado pantano señalar que bajo sus aguas se encuentra una pequeña aldea que en tiempos de sequía asoma su campanario. Tavertet, el último pueblo de la carretera, pequeño, pero muy turístico por su belleza románica y paisajística al encontrarse entre la naturaleza.
Llegamos a Tavertet sobre las 6 de la tarde, una hora antes por si sucedía algún imprevisto. A esas horas, el sol ya se había puesto, dando paso a una oscura noche que nos permitía observar con gran claridad, más que en Barcelona, el estrellado del cielo, debida la poca luz del pequeño pueblo. Un intenso frío se hacía notar cada vez más (cuando salimos del coche estábamos a 2ºC), aún a pesar de que íbamos preparados para él.
Una pequeña anécdota que nos ocurrió en el trayecto de Vic a Tavertet merece ser recordada. Saliendo de Vic (sobre las 5), el sol ya se estaba poniendo y a medida que íbamos subiendo, la carretera se hacía cada vez más estrecha y con más curvas. De repente, vimos una vaca blanca en el lado derecho de la carretera, y la iluminación de los faros del coche nos la hizo presente como una mancha blanca en medio de la frondosa vegetación, lo que llamó rápidamente nuestra atención. Pocos segundos después tras coger una curva a la izquierda, apareció otra vaca parada casi en medio de la ya estrecha carretera. Gracias a los buenos reflejos de Pablo, un giro de volante y un acelerón nos salvaron de un grave accidente. Aquella vaca debió de pegarse el susto de su vida. Podría decirse que los morros de la vaca rozaron los cristales del lado izquierdo del coche saludando a Carmen. De poco fue para llevárnosla por delante partiéndole las patas, y cayéndonos encima un montón de quilos que hubiesen sacado el coche fuera de la carretera. Por suerte fue sólo un susto.
Recuerdo que estuvimos bromeando, riendo e imaginando la cara del dueño al ver a su vaca partida por la mitad y pidiéndonos una compensación. Ahora lo pienso… y nos fue de un pelo. Es posible que no fuese nuestro momento, tal vez porque nos quedan todavía muchas cosas por hacer en este mundo.
Durante la ascensión a Tavertet, también estuvimos bromeando sobre cómo sería la entrevista con Raimon, si habría más gente, si duraría un cuarto de hora, si nos invitaría a cenar (por la hora), si el coche de delante, porque también parecía seguir nuestro mismo camino, iría a la misma reunión que nosotros, si…
La casa de Raimundo (así llamado por sus amigos) se llama Can Felo; es una de las últimas del pueblo. Tavertet nos pareció muy bonito, por eso queremos volver para verlo de día. Las calles son como las de la Edad Media, de piedra y estrechas. Las casas son pequeñas, con tejados inclinados para la nieve, muy bajas (más o menos de dos plantas) y recubiertas de enredadera verde. Nos pareció un pueblo de muñecas…
Durante el pequeño trayecto que recorrimos desde el coche hasta encontrar la casa, andábamos totalmente a oscuras, no veíamos qué pisábamos ni por dónde íbamos. La noche era muy profunda (siendo más o menos las 6). Encontramos su casa por pura casualidad; nos metimos en una para preguntar (no muy decididos) y dichoso el destino, habíamos ido a parar a su casa.
Picando en el cristal de una ventana apareció una mujer ya mayor; con unas señas, nos dio a entender que debíamos ir por delante para entrar. Así fue que cuando vimos la casa por delante, todos exclamamos, oh!; una inmensa biblioteca se presentaba ante nuestros ojos. ¡Qué biblioteca!. Una casa de madera y muy sencillamente decorada era el hogar de Raimon Panikkar.
La mujer que nos recibió nos preguntó si veníamos a ver a Raimon, como así era, nos dijo que ahora lo avisaría, pero que en esos momentos tenía otra visita. Habíamos llegado 20 minutos antes. Iba vestida muy sencillamente; una camisa blanca, un chal de un verde claro puesto encima de sus hombros y unos pantalones. Era una mujer (desde hace 15 años) ya mayor, de unos 80 años, con el pelo canoso, por no decir blanco. Nos invitó a sentarnos con ella en la mesa de la biblioteca para esperarle. María, así se llamaba, era la esposa de Raimon. Estuvimos hablando con ella durante largo rato y la conversación fue amena y muy interesante.
¿Por qué existen tantas religiones? si todas nos llevan a lo mismo; prevalece por encima de ellas el perdón, el amor y la comprensión. ¿Para qué tantas?, si lo único que hacen es complicarnos la existencia. Las religiones han sido y serán causa de muchos conflictos entre humanos. Aún siendo católica y creyente, pienso que todas en el fondo defienden lo mismo.
Así empezamos la conversación. Más tarde nos dijo que era andaluza, pero que tenía alma alemana. Se había ido a Alemania a estudiar y allí fue la primera mujer en doctorarse de Filosofía. También se licenció en Psicología y Teología (no sabemos si también se doctoró). Nos estuvo explicando que tocaba el órgano (había hecho toda la carrera de órgano y de piano) y sin pensárselo dos veces nos invitó a ver en la habitación contigua su órgano. Lo habían conseguido de una iglesia en ruinas. Era un órgano con todos sus pedales (imposibles de contar, como mínimo 40, entre blancos y marrones). Estuvo buscando unas partituras y se sentó a tocarnos algo, pero el estruendo del órgano la desalentó a seguir haciéndolo, ya que Raimon estaba en el piso de encima con otra visita. También nos estuvo enseñando unos cuadros, retratos de ellos, pitados por conocidos. No recuerdo si era algún hermano el pintor.
Nos comentó, enseñándonos una fotografía en blanco y negro de Raimon, que siempre tenía visitas y que la casa acostumbraba a estar constantemente llena de personas. Nos comentó que estaban acostumbrados a hacer muchas excursiones por la zona y que habían algunas muy bonitas, pero algo peligrosas por las pendientes.
Pasado un rato, oímos a Raimundo bajar por las escaleras con dos personas más. La emoción de oírlo bajar, y de pensar que en pocos segundos aparecería por la puerta una eminencia mundial, recorrió nuestras almas de abajo arriba. Nuestra atención estaba totalmente puesta en su voz, aún sin entender bien lo que decía. Su voz se acercaba cada vez más y más, hasta que por fin apareció por la puerta. Irradiaba energía y alegría; una sonrisa y una vitalidad poco usuales fueron la primera impresión de ver a aquel hombre.
Indio por naturaleza, de piel morena y sin apenas arrugas, un cabello fino, blanco y largo; una camisa blanca, un jersey azul marino y otra camisa clara de hilo puesta por encima (probablemente india), unos pantalones anchos de color beish y un chal manta de un color parecido, le vestían con gran elegancia y sencillez.
Cuando Raimundo se estaba despidiendo de las dos otras personas, le dijimos a Maria porque no se quedaba con nosotros a hablar con él. Su respuesta fue: no, él es el maestro…