“Es más fácil desintegrar un átomo que un mito, un paradigma, o un dogma científico”
Albert Einstein
“Los miembros de la comunidad científica comparten principios, creencias y valores similares. Por lo que, en vez de actuar bajo los principios reales y aplicados de la ciencia, la mayoría se dejan llevar por las influencias políticas, sociales y económicas que les rodean”
Karl Popper
“El entendimiento parcial es incompleto. Impide la comprensión del proceso total. Suposiciones y especulaciones conducen a conclusiones erróneas”
Dr. Keshava Bhat
“La ciencia moderna requiere hacer una revisión para crear credibilidad y confianza”. Esa es la primera frase del libro “El Maravilloso Mundo Linfático”, escrito por el Dr. Bhat y publicado en el año 2009. Utilizando el razonamiento lógico se ponen en duda los conceptos oficiales y gracias al estudio in vivo del cuerpo humano, el autor nos muestra, entre otras cosas, un nuevo modelo holístico que describe de una forma mucho más palpable el funcionamiento y las verdaderas funciones de los sistemas circulatorio y linfático.
Para Bhat, el mundo académico es plano y la rectificación de conceptos y metodologías son eventos casi inexistentes dentro del mismo. Esa rigidez explica en parte por qué cada vez menos jóvenes se deciden a estudiar ciencias básicas. En un universo complejo donde absolutamente todo está interrelacionado, cada ingrediente forma parte de una totalidad y por lo tanto la fragmentación es inviable, por no decir imposible. Sin embargo, eso es justamente lo que ha promovido la ciencia moderna en nombre de las especializaciones a lo largo dela historia. Un excelente ejemplo de ello es el caso de la sangre.
La sangre
La sangre es un sistema de tejidos muy especial del cuerpo humano. A este sistema se le atribuyen, según el modelo vigente, varias funciones metabólicas importantísimas como la entrega de nutrientes y oxígeno a todas las células, la retirada de dióxido de carbono y otros desechos metabólicos, el mantenimiento del pH fisiológico y la movilidad de elementos, proteínas y células del sistema inmune. Los vasos sanguíneos son identificados como arterias o venas dependiendo de su complejidad estructural y aspectos funcionales. Las arterias transportan la sangre “limpia” desde el corazón hacia los tejidos mientras que las venas regresan la sangre “sucia” desde los tejidos al corazón. El intercambio gaseoso se realiza en los pulmones y la circulación de la sangre ayuda a mantener la temperatura corporal constante.
Estos y otros aspectos son conocidos y aceptados científicamente, sin embargo, considerando los hechos básicos, varias incoherencias se hacen evidentes. Por ejemplo, ¿por qué si los riñones reciben sangre arterial “limpia” filtran algunos desechos tóxicos presentes en la misma (creatinina, urea, minerales, vitaminas residuales, sustancias químicas ingeridas pero no utilizadas)? ¿por qué las glándulas exocrinas (las que descargan sus secreciones a través de ductos o vías específicas) están asociadas en general con el sistema digestivo y secretan jugos digestivos? Estas secreciones son en realidad desechos metabólicos separados de la sangre arterial y un excelente ejemplo es la bilis producida en el hígado. Este órgano también se encarga de metabolizar el colesterol y los triglicéridos presentes en la sangre arterial. También en la piel (que recibe plenamente sangre arterial a través de los vasos sanguíneos periféricos) son filtradas sales minerales y sustancias cerosas en los poros sudoríficos y glándulas sebáceas respectivamente. En el caso de los pulmones, es la sangre arterial la que llega a los mismos a descargar vapor de agua y otros residuos gaseosos.
Estas incoherencias demuestran que muchos de los conceptos y procesos que se siguen enseñando hoy en día en las universidades han quedado obsoletos y que se requieren estudios más críticos al respecto, claros ejemplos son la respiración a nivel celular y a nivel corporal. Lo que tradicionalmente nos enseñan es que el oxígeno es supuestamente filtrado del aire en los alvéolos pulmonares, pero lo más desconcertante es que no se conoce ningún proceso que explique cómo el oxígeno es separado de la mezcla homogénea de gases que llamamos aire1. En cualquier caso, lo que debe quedar claro es que la sangre arterial es la encargada de llevar todos los desechos metabólicos hacia los correspondientes lugares de eliminación mientras que la sangre venosa es la que regresa de los órganos sin los residuos tóxicos o, como mucho, con apenas trazas de los mismos. En realidad, lo que sucede es que los desechos celulares llegan al corazón a través de la vena cava, la cual a su vez recibe los metabolitos tóxicos desde el océano linfático (el cual será analizado en detalle más adelante). Una vez establecidos todos estos hechos se hace evidente que la principal tarea del sistema circulatorio es servir como sistema de drenaje de toxinas mientras que no participa en ningún momento en la distribución de nutrientes o de oxígeno a las células. Es ilógico pensar que, en un organismo tan perfectamente diseñado como el nuestro, el sistema de eliminación de toxinas funcione simultáneamente como sistema de distribución de nutrientes, es como si en una ciudad las aguas blancas y las negras fluyeran a través del mismo sistema de cañerías.
La ciencia moderna sostiene también que muchas hormonas de gran importancia como la insulina—producida por el páncreas—son liberadas al torrente sanguíneo y de ahí se distribuyen por todo el cuerpo. En primer lugar, las glándulas endocrinas (al contrario de las exocrinas) no tienen ductos para conducir las secreciones que producen, siendo esta la primera evidencia clara de que no existe contacto directo entre las hormonas y el flujo sanguíneo. El caso del páncreas es particular porque funge simultáneamente como glándula endocrina y exocrina, pero el ducto en ningún caso lo conecta con el sistema circulatorio sino con el sistema digestivo donde vierte enzimas digestivas. Segundo, ¿cómo son capaces hormonas como la insulina o la adrenalina de generar un efecto tan rápido en todo el organismo? Si estas hormonas fueran realmente vertidas a la sangre como se sostiene actualmente, no habría manera de que el efecto generado fuese inmediato pues el flujo sanguíneo toma su tiempo para recorrer todo el cuerpo. En cualquier caso, los residuos hormonales alcanzan el flujo sanguíneo justo antes de su desincorporación del organismo.
Otro hecho curioso es que mientras el cerebro consume cerca de un 20% de la energía disponible en el organismo, ni una sola gota de sangre entra en contacto con él y mucho menos le lleva nutrientes u oxígeno. La sangre tóxica se mantiene lejos del cerebro para no causar daños al tejido. Si no están seguros de esto preguntemos a los pacientes que han sufrido un ACV (accidente cerebro-vascular), la segunda causa de muerte en los países industrializados, rotura que se produce por un bloqueo en algún capilar cerebral por la que ha filtrado sangre. La coagulación de la sangre en contacto con el cerebro es lo que ocasiona la embolia que conduce a una parálisis parcial o total del individuo afectado. En pocas palabras, los capilares sanguíneos solo llegan hasta la periferia del cerebro para recoger los desechos metabólicos y las toxinas generadas por las células cerebrales, pero en ningún momento la sangre entra en contacto con el mismo o libera nutrientes.
¿Cómo explicamos entonces que aun hoy en día sigamos manteniendo un modelo obsoleto que fue propuesto hace casi 400 años (Harvey, W. 1628. Sobre el Movimiento del Corazón y la Sangre)? El mundo científico en esa época aceptó tales hipótesis con la exigencia de pruebas experimentales adicionales; no obstante, se terminó convirtiendo en una de las posiciones oficiales básicas de la comunidad científica y la propagación del colonialismo a nivel mundial forzó, en cada caso, a seguir estos puntos de vista sin opción a revisión o protesta. Como muchas otras, la hipótesis mencionada terminó siendo una ley precisamente por la creencia ciega.
La aceptación global de hipótesis erróneas como esa ha desembocado en la construcción de una estructura de conocimientos basada en falsas suposiciones. Así, hemos llegado a levantar sendos templos dedicados al estudio de la sangre, hemos desarrollado innumerables técnicas de tratamiento médico y se han invertido incontables recursos en investigación, pero absolutamente todo se ha basado en colosales errores. Los bancos de sangre, las pruebas de sangre en los laboratorios clínicos, las donaciones y transfusiones, las inyecciones intravenosas y cualquier otro procedimiento relacionado debería declararse obsoleto y sujeto a revisión. ¿Está la comunidad científica preparada para aceptar tan significativa proposición? Obviamente un nuevo y más coherente paradigma ha de ser propuesto y los detalles explicados en profundidad.2 Con menos fragmentación, la visión clara y total puede ofrecer una solución verdadera.
La linfa
Nuestro océano linfático se desarrolla en el bazo mientras aún somos un feto en desarrollo. Ese órgano se encarga de producir la linfa, los linfocitos, glóbulos blancos, glóbulos rojos y plaquetas. Una vez nacemos, el bazo abandona los procesos de producción y de ahí en adelante su función principal será encargarse de la destrucción de glóbulos rojos o plaquetas agotadas o dañadas. La producción de las células mencionadas anteriormente migra a la médula ósea. Esto explica por qué el sistema sanguíneo de los bebés es totalmente independiente del sistema sanguíneo materno, al igual que el sistema inmunológico. El fluido linfático ocupa dos tercios del volumen del feto y la proporción se mantiene aún en los adultos. Según necesidades locales, el océano linfático se establece en ganglios, apéndices y protuberancias con el fin de organizar barreras de contención y emergencias a fin de impedir la invasión de contaminantes o entes peligrosos a los órganos vitales.3 Únicamente dichos ganglios, apéndices y protuberancias son conocidos como Sistema Linfático en la literatura clásica4, el resto directamente se desconoce y por lo tanto no se toma en cuenta.
Dicho de otra forma, el océano linfático es tal cual como dice su nombre, un “mar” de líquido linfático donde se encuentran “flotando” todos los tejidos y órganos del cuerpo, debidamente diferenciados y de donde se alimentan directamente. El contacto directo de la linfa con todas las células permite la distribución de los nutrientes y el intercambio de productos y desechos metabólicos. La linfa recibe los nutrientes directamente del sistema digestivo excepto en la zona extrema caudal (colon descendente y recto).5
El océano linfático, además de suministrar los nutrientes a cada célula (para funciones metabólicas, reparación, crecimiento), ejerce de receptor primario de los desechos metabólicos de las células. Todas esas toxinas (sólidas, líquidas, gaseosas y energía) son llevadas mediante la difusión y el movimiento de la linfa a los lugares de expulsión designados para cada cosa, en primer lugar hacia la piel y luego, las que no han podido ser eliminadas, son vertidas en la vena cava antes de su entrada al corazón6. Allí se mezclan con la sangre, la cual es bombeada rápidamente a través de la aorta hasta llegar a los órganos donde se filtran y excretan o donde son transformadas y reutilizadas como se mencionó anteriormente. Un 66% del cuerpo es linfa, así que cuando decimos comúnmente que dos terceras partes de nuestro cuerpo son “agua” nos equivocamos, el agua es apenas un ingrediente de la linfa.7
La intoxicación linfática o mal funcionamiento del sistema linfático ocasiona enfermedades degenerativas que se expresan de forma severa tales como: diabetes mellitus, obesidad, cáncer, septicemia, etc. Otros ejemplos de intoxicación linfática son las inyecciones letales subcutáneas que se administran a los prisioneros condenados o las mordeduras de serpiente. El veneno no entra directamente a la sangre como se cree comúnmente, sino que se mezcla con la linfa y por lo tanto se difumina simultáneamente por todo el cuerpo, es por esa razón que logra actuar tan rápidamente.
Nota: Esta es la primera parte del artículo. Para saber más sobre la parte práctica del masaje y drenaje linfático, podéis continuar con la lectura del artículo directamente con este pdf incrustado o descargároslo completo aquí.