Stanislav Grof es uno de esos nombres indispensables en el estudio de la conciencia humana. Este psiquiatra nacido en la antigua Checoslovaquia lleva 50 años dedicado a la investigación de los estados no ordinarios de conciencia y sus efectos terapéuticos. Sus contribuciones han sentado las bases de la denominada Psicología Transpersonal, una nueva rama de la Psicología nacida a finales de los 60, cuyo nombre significa “más allá de la persona”. Esta corriente defiende que al acceder a ciertos estados de conciencia la persona puede aprender mucho de sí misma, pues surge toda la información que reside en su inconsciente.
En un inicio la investigación de Grof se centró en la terapia con psicodélicos, unas sustancias con alto poder alucinógeno, lo cual le llevó a elaborar una descripción de las etapas del viaje por la psique. Observó que estas sustancias, bien utilizadas, actuaban como amplificadoras del inconsciente y las personas emergían transformadas por lo que habían vivido.
Posteriormente, Grof viajó a Estados Unidos para proseguir con sus estudios y, junto a su esposa Christina, ideó la técnica de la Respiración Holotrópica, como una alternativa legal cuando se prohibió el uso terapéutico de psicodélicos. Este método consiste en una respiración intensa, junto música evocativa y trabajo corporal, que permite acceder a un estado alterado de conciencia. El objetivo es ayudar a la persona a adquirir una mayor comprensión sobre ella misma que le permita vivir con más plenitud.
Autor de múltiples obras y reconocido mundialmente, Grof sigue activo a sus 75 años. Es profesor de psicología en el Instituto de Estudios Integrales de California, e imparte seminarios y conferencias por todo el mundo. Visitó recientemente España con motivo de una formación que realiza sobre Psicología Transpersonal y Respiración Holotrópica. Tuvimos la oportunidad de entrevistarle, y compartió sus conocimientos y experiencias con nosotros.
– ¿Que llevó a un psiquiatra como usted hacia el terreno de la psicología transpersonal?
– Mi orientación inicial fue hacia el psicoanálisis freudiano. Tras leer un libro de Freud decidí estudiar medicina, pero aunque la teoría psicoanalítica resultaba muy atrayente a nivel práctico le veía muchas limitaciones. Entonces hubo un acontecimiento que cambió por completo la dirección de mi vida profesional y personal.
El departamento de psiquiatría donde trabajaba recibió una muestra de los laboratorios Sandoz, de Suiza, que contenía LSD. El objetivo era descubrir si esa sustancia tenía alguna utilización terapéutica. Me convertí en uno de los conejillos de indias, y en mi primera experiencia tuve una intensa apertura espiritual. Quedé muy impresionado por lo que había descubierto y por el aprendizaje potencial que contenían ése tipo de experiencias, y decidí dedicar mi tiempo a estudiar los estados alterados de conciencia. Ahora se cumplen 50 años desde ese momento.
– ¿Qué nos pueden aportar los estados no ordinarios de conciencia que no podemos hallar en nuestra vida más cotidiana?
– La práctica con estos estados se remonta al alba de la humanidad. Todas las culturas, excepto la civilización industrial occidental, han tenido en gran estima este tipo de experiencias. Desde siempre se han utilizado técnicas o sustancias como instrumentos para conectar con realidades sagradas, con la naturaleza y las personas, considerándolos también una vía de sanación.
Sin embargo, el beneficio más obvio es que estas experiencias permiten tener acceso a un conocimiento sobre uno mismo, los demás o el mundo, y esta comprensión más profunda puede servirnos en nuestra vida cotidiana.
– ¿Y cuál ha sido su mayor descubrimiento?
Ver que lo que llamamos conciencia ordinaria es tan sólo una parte muy reducida de todo lo posible. El modelo tradicional de la psique sólo da importancia a lo que ocurre tras el nacimiento. Sin embargo, en los estados no ordinarios de conciencia este nivel de experiencia en la que pueden aparecer recuerdos biográficos es el más superficial.
Cuando empecé a trabajar con psicodélicos comprobé que también afloraban recuerdos del propio nacimiento, e incluso vivencias intrauterinas. A un nivel todavía más profundo aparecían experiencias que denominamos transpersonales, porque iban más allá de los sentidos y los límites habituales de la persona, como identificarse con animales u otras formas de vida, o tener experiencias de conciencia amplificada.
Por eso se creó la Psicología Transpersonal, para ampliar el concepto de la psique humana e incluir las experiencias espirituales, como algo natural e inherente al ser humano.
– Usted afirma que el nacimiento determina nuestra vida futura, y que revivirlo puede resolver conflictos de la vida actual ¿cómo llegó a esa conclusión?
Mi formación psiquiátrica me enseñó que el recién nacido no tiene aún conciencia ni puede recordar. Así que al experimentar con otras personas esperaba encontrar recuerdos biográficos, pero surgieron de manera clara memorias del nacimiento. Fue imposible no verlo. Ni siquiera yo estaba preparado para ello y las reacciones de las personas me asustaban al principio porque las desconocía. Resultó obvio que el nacimiento se graba en el cerebro y que las sensaciones y emociones de ese momento juegan un papel importante en el desarrollo posterior de un modo de vida particular o de síntomas.
Al revivir esa experiencia la persona puede descubrir que parte de su vida ha sido mal conducida por estar condicionada por miedos que empezaron a engendrarse durante su nacimiento, pero que carecen de sentido en la actualidad, lo cual le permite librarse de ellos y sentirse más libre, más auténtica.
– ¿Se pueden dar estados alterados de conciencia de manera espontánea?
– Durante años he trabajado con personas que han tenido experiencias de este tipo de manera espontánea. Las llamamos Emergencias Espirituales. Digamos que en la conciencia ordinaria hay unas barreras que contienen esta experiencia ampliada. Acontecimientos poco habituales o difíciles pueden bajar estas defensas, y permitir que aparezcan contenidos inconscientes. Pérdidas importantes, sucesos traumáticos, momentos de cambio… pueden modificar nuestra percepción de la realidad cotidiana.
La cuestión está en ayudar a las personas a trabajar con estos contenidos que emergen. Si se pueden entender desde un marco de referencia, sin negarlos, se observa que tienen una utilidad. Junto a mi esposa, escribí uno de los libros que creo que ha sido de mayor ayuda para las personas: “La tormentosa búsqueda del ser”, donde explicamos nuestro trabajo con este tipo de crisis.
– Pero si estas barreras existen es porque son necesarias: ¿Qué riesgo hay de traspasarlas, ya sea con experiencias espontáneas o provocadas?
– Estas barreras nos protegen de vivencias difíciles y quizás olvidadas, pero aún allí, desde el inconsciente, tienen una influencia en nuestra vida, haciendo que sea más problemática, menos auténtica, influenciando nuestra actitud… El principal trabajo psicoterapéutico es integrar el material olvidado. Pero en los estados no ordinarios de conciencia este material no llega paso a paso, sino de repente.
El contexto, por lo tanto, es de mayor riesgo pero también de mayor oportunidad. Emerge mucha información que de otra manera sería difícil de obtener, pero es necesaria una integración para poder manejarla. Precisamente el término Emergencias Espirituales lo ideamos como un juego de palabras: por una parte porque emerge material a la superficie, a la conciencia, y también porque se trata de una emergencia, es decir, de una situación crítica.
Normalmente las experiencias inusuales son consideradas por la psiquiatría tradicional como algo patológico, erróneo, algo que es preciso contener y reprimir, por ejemplo con medicación. Sin embargo, si se permite este proceso, dándole confianza, puede culminar y llegar a una integración que aporte mayor conocimiento a la persona. Entonces la crisis resulta sanadora.
– ¿Qué significado tienen para usted los síntomas?
– Los síntomas representan un esfuerzo incompleto del organismo para librarse de un problema antiguo, y tal esfuerzo debería ser fomentado y apoyado.
– Empezó a utilizar la técnica de la Respiración Holotrópica como alternativa a la terapia con psicodélicos, legal en los años 60. Pero ahora, ¿le pude ver ventajas respecto a la que empleaba antes?
– Lo ideal sería utilizar ambas técnicas. Hay personas que nunca tomarían un psicodélico pero que en cambio sí les atrae la idea de la respiración. Lo mejor sería empezar experimentando con la respiración para introducirse en los estados no ordinarios de conciencia, enseñar a las personas cómo trabajar con ellos y después utilizar los psicodélicos como una activación más potente del inconsciente.
El trabajo con la respiración es más suave, la persona tiene más sensación de control. En todo momento tiene la llave de seguir o no y debe trabajar para seguir avanzando. Otra ventaja es que la persona sabe que los efectos son producidos por ella misma, mientras que con sustancias puede dudar si aquello que ha vivido es tan sólo un efecto de una droga y no tiene tanto que ver con ella.
– El miedo, ¿es una de nuestras mayores trabas?
– Pienso que nuestro mayor miedo es a ser la totalidad. Cuando se alcanza un nivel profundo de conciencia el yo o ego, es decir, el concepto que tenemos de nosotros mismos, lo que pensamos y sentimos que somos, se modifica. De alguna manera significa morir en nuestra concepción habitual, perder nuestra identidad, y eso es lo que nos produce más miedo. Sabemos lo que perdemos, pero no a dónde vamos.
Nuestra idea de la muerte a menudo es errónea. La entendemos como un final, en lugar de un tránsito o una apertura a cosas nuevas. Por eso, todo lo que implica morir en algún sentido, o cambiar, despierta temor.
En realidad, la muerte y el nacimiento no son tan distintos. Al nacer también atravesamos un proceso que puede parecer amenazante. En las contracciones el feto pierde su estado de equilibrio anterior y vive intensas sensaciones de opresión. El esfuerzo y la tensión se intensifican hasta llegar a un nivel extremo, en que finalmente el niño sale del cuerpo de la madre y nace, lo cual también significa morir en su estado anterior, para nacer en un mundo mucho más amplio.
En los estados alterados de conciencia a menudo se viven luchas parecidas. Cuando finalmente la persona se rinde y se entrega a la experiencia puede abrirse a una conciencia más amplia, dándose cuenta de que es algo más que ese “yo” con el que normalmente se identifica.
Aunque nos atemoriza, también deseamos experimentar la totalidad. Así como existe un impulso sexual, también existe un anhelo espiritual. Cuando alguien tiene una vivencia de este tipo se percata de que es algo muy nuevo y desconocido, pero a la vez tiene la sensación de haber vuelto a casa. Es una sensación muy curiosa.
– Y, ¿qué es para usted Dios?
– Para mí Dios no es un concepto, no es algo en lo que yo necesite creer, sino que es algo real que he experimentado. En dos ocasiones he tenido experiencias de encuentro con lo divino, en las que percibía algo mucho más grande que yo, que poseía una intencionalidad y un enorme poder creativo.
Un problema de las religiones es que cada una se identifica con una figura divina diferente: Dios, Alá, Buda, Jesucristo… En realidad hay muchos dioses, pero se trata de arquetipos que definen los diferentes aspectos de la divinidad. Si no entendemos que detrás de estas figuras hay una trascendencia, algo más amplio, devienen las peleas, porque cada uno piensa que su Dios es el verdadero y que los demás son falsos.
– ¿Experimentar con estados no ordinarios de conciencia puede entenderse como una preparación para la muerte? ¿Son similares ambos viajes?
– Sí. Mi último libro, editado por La Liebre de Marzo “El viaje definitivo”, trata precisamente de esto. Se basa en una investigación que realicé durante los años 70 con enfermos terminales y LSD. Las sesiones estaban incluidas dentro de un programa de integración psicológica y espiritual de preparación para la muerte.
Se dieron varios casos de personas que algún tiempo después de la sesión con LSD tuvieron una experiencia cercana a la muerte debido a su enfermedad. Al regresar, explicaban que les había sido de mucha ayuda la vivencia con LSD, porque el territorio que se habían encontrado era parecido.
– ¿Cuál es su principal objetivo en esta vida?
– Integrar en el mundo cotidiano los contenidos que emergen de los estados ampliados de conciencia. Sé que cuando se produce esta integración la persona puede vivir más plenamente y tener una referencia desde la cual comprender mejor su vida o el mundo.
Al mismo tiempo, quiero contribuir en la adquisición de los valores transpersonales. Se basan en una actitud de respeto hacia los demás o la naturaleza, entendiendo que no puedes hacer daño a algo sin hacerte también daño a ti mismo. Estos valores de tolerancia, ecología… se obtienen de manera natural cuando uno tiene una experiencia transpersonal. Entonces no hacen falta normas, pues esta actitud surge desde una convicción profunda.
– ¿Cómo definiría la conciencia?
– La conciencia es la realidad última. Hasta el momento la ciencia tradicional ha considerado la conciencia como un epifenómeno de la materia. Pero cada vez existen más pruebas, por ejemplo en la física cuántica, de que puede ser justamente al revés: el mundo material podría ser creado o conducido desde un nivel superior, que es la conciencia.
Desde la investigación con estados no ordinarios de conciencia, se ha observado que podemos experimentar múltiples vivencias que van más allá de nuestra persona. Entonces uno puede preguntarse: ¿Quién soy yo? ¿Cuál es mi verdadera naturaleza? En cierta manera la respuesta está en lo que une a todas esas experiencias. En cualquier caso eres, existes, porque tienes conciencia.
Entrevista realizada por Cristina Llagostera, y
publicada en la revista CuerpoMente Nº170, mayo 2006
Bibliografía:
- “La tormentosa búsqueda del ser” Ed. La Liebre de Marzo.
- “El viaje definitivo” Ed. La Liebre de Marzo.
- “Psicoterapia con LSD” Ed. La Liebre de Marzo.
- “La psicología del futuro” Ed. La Liebre de Marzo.
- “Psicología Transpersonal” Ed. Kairós.
- “El juego cósmico” Ed. Kairós.
- “La mente holotrópica” Ed. Kairós.